El ataque de unos monstruos de varias generaciones que se reunieron para celebrar su noche no me dejó descansar hasta las dos de la madrugada.  A través de mi ventana pude observar pequeñas brujas, calabazas, muertos vivientes que gritaban y se subían a varios autos de la calle donde vivo.  Me impresionó ver que padres de familia, amigos de unos vecinos, estaban felizmente bebiendo cerveza mientras sus hijos hacían lo que querían.  La hora de dormir para menores de diez años no creo que sea tan tarde y mucho menos deberían estar paseando en la calle…  Si los padres ponen el mal ejemplo, ¿cómo podemos corregir a estos diablillos?